
El reciente desplome de 750 Lexington Avenue en Nueva York es un reflejo claro de los retos que enfrenta el mercado inmobiliario de Manhattan. Las altas tasas de interés, la migración de empresas y los cambios en la demanda de oficinas han debilitado la posición de la Gran Manzana como motor inmobiliario. Esta caída representa un giro histórico en un sector que durante décadas consideró a Nueva York como su pilar indiscutible.
Mientras tanto, Miami emerge con fuerza como el nuevo destino de inversión inmobiliaria en EE. UU.. La ciudad no solo atrae a empresas tecnológicas y financieras, sino que también impulsa desarrollos de lujo y proyectos residenciales de gran escala. Su clima favorable, incentivos fiscales y creciente ecosistema empresarial han posicionado a Miami como el polo más dinámico de la última década.
Los inversionistas internacionales también han redirigido su mirada al sur de Florida, consolidando un cambio estructural en el mapa inmobiliario nacional. La caída de Lexington es más que un hecho aislado: es la señal de que Nueva York ya no es la única opción, y que Miami está liderando la nueva era del real estate en Estados Unidos.
